No existe ningún conflicto que sea real, puesto que no ha 
sido creado. Cualquier conflicto que se percibe como real es sólo una 
interpretación equivocada de algo que no puede generar conflicto. Se trata, por 
lo tanto, de examinar la idea que ha producido una emoción que tú consideras 
dolorosa y que has proyectado sobre una persona o una situación determinada. 
El hecho de que estés mirando hacia afuera debiera indicarte que no crees ser tú quien está pensando equivocadamente. Te sugiero que leas detenidamente lo que sigue, especialmente si percibes en ti algún tipo de conflicto, y que permitas que las palabras te muestren su significado.
El primer paso que debe darse para la resolución de un conflicto es reconocer que has perdido la paz. Esto, que parece obvio, se pasa muchas veces por alto, y no se reconoce que ha ocurrido, sino que se justifica con todo tipo de argumentos. Mientras no tengas la suficiente humildad como para reconocer que has perdido la paz, el conflicto parecerá interminable. La razón por la que pasas por alto este reconocimiento tan simple es por todo lo que implica para ti, e implica mucho más de lo que crees, puesto que tu idea de identidad está involucrada en ello.
Los pensamientos reales producen paz. Los pensamientos irreales producen dolor. Si no estás en paz en todo momento es porque has pensado equivocadamente y has creído convertirte en algo detestable.
El hecho de que estés mirando hacia afuera debiera indicarte que no crees ser tú quien está pensando equivocadamente. Te sugiero que leas detenidamente lo que sigue, especialmente si percibes en ti algún tipo de conflicto, y que permitas que las palabras te muestren su significado.
El primer paso que debe darse para la resolución de un conflicto es reconocer que has perdido la paz. Esto, que parece obvio, se pasa muchas veces por alto, y no se reconoce que ha ocurrido, sino que se justifica con todo tipo de argumentos. Mientras no tengas la suficiente humildad como para reconocer que has perdido la paz, el conflicto parecerá interminable. La razón por la que pasas por alto este reconocimiento tan simple es por todo lo que implica para ti, e implica mucho más de lo que crees, puesto que tu idea de identidad está involucrada en ello.
Los pensamientos reales producen paz. Los pensamientos irreales producen dolor. Si no estás en paz en todo momento es porque has pensado equivocadamente y has creído convertirte en algo detestable.
Observa que no estamos hablando de la situación que estás 
viviendo. Estamos hablando únicamente de tu interpretación de la situación, 
puesto que no hay nada más. Puesto que nada está ocurriendo fuera de ti, el 
segundo paso consiste en no interactuar con lo que no está ocurriendo, 
recordándole de esta forma a tu mente que no tiene ningún sentido hacerlo, y que 
de no ser así, estarás creyendo que realmente ocurre algo afuera, y que el mundo 
tiene el poder de determinar lo que sientes.
Este segundo paso puede contener en sí mismo una forma de 
engaño, ya que en ocasiones creerás que interrumpir la comunicación con el otro 
o abandonar la situación será tu salvación. No hacer nada con respecto a la 
situación conflictiva consiste en no tomar decisiones, y tanto interrumpir la 
comunicación como abandonar la situación serían decisiones que estás tomando por 
tu cuenta.
 
No hacer nada significa simplemente que tu mente está 
receptiva y que no ha determinado cuál ha de ser el resultado con respecto a 
nada. Es muy importante en este punto ser verdaderamente honesto. La paz vuelve 
a ser la referencia que te muestra si estás tomando decisiones por tu cuenta o 
si simplemente estás permitiendo que la decisión sea tomada por ti desde el 
Espíritu. Si abandonas la referencia emocional de la paz abandonas lo único que 
puede liberarte de cualquier conflicto, y afirmas entonces que el conflicto es 
tu decisión. Es inevitable que vivas aquello que deseas.
 
Las emociones conflictivas que provienen de los pensamientos 
falsos generan en ti con el tiempo una forma de adicción, de manera que cada 
cierto tiempo necesitarás volver a repetir la misma situación de conflicto para 
obtener la emoción a la que te has vuelto adicto. En la medida en que no 
interactúas con lo que interpretas como una situación “externa” tu mente se 
calma. Como ocurre con cualquier adicción, la paz no es lo primero que se 
experimenta cuando dejas de hacer aquello a lo que te has vuelto adicto. El 
primer síntoma es una sensación más profunda de dolor que te incita a actuar 
rápidamente defendiéndote como tantas veces has hecho. Pero recuerda que si lo 
haces estarás simplemente prolongando tu problema mental en el tiempo, ya que 
repetir la misma acción que te aleja de la paz significa reforzar los 
pensamientos que han dado lugar al problema.
 
Cuando la mente se calma se vuelve receptiva a los verdaderos 
pensamientos del Espíritu, los cuáles producen paz. Esta paz es lo único que 
puede llenar el espacio que antes ocupaban tus “pensamientos personales”, y se 
refuerza mediante la repetición, tal y como lo hizo anteriormente el 
conflicto.
 
Por lo tanto, no hacer nada, no interactuar cuando se percibe 
que el problema está “afuera”, es lo único que puede devolverle a tu mente la 
cordura y mostrarle que ciertamente no había nada que resolver, puesto que 
cuando la mente ha vuelto a su estado natural de paz, el problema simplemente se 
ha desvanecido.
Cuando permites que pase el tiempo y no reaccionas, cuando 
simplemente observas la situación y te das cuenta de que no puede ser real 
porque lo que sientes no es paz, otro mecanismo se pone en marcha. Un mecanismo 
nuevo, con una nueva visión y con la capacidad de modificar todo ese sistema 
mental automático e inconsciente que se repite cíclicamente. En la medida en que 
el Espíritu es quien está al mando de tu mente de forma constante, la 
invulnerabilidad que antes veías tan alejada de ti comienza a ser un hecho, y al 
dejar de lado los pensamientos con los que antes atacabas a todos y a todo… 
recuerdas que eres inocente.
 

No hay comentarios:
Publicar un comentario